Según informa El Mundo, la microbióloga Patricia Bernal, ganadora de una beca Leonardo de la FBBVA, investiga una técnica para eliminar la bacteria ‘X. fastidiosa’, causante de la enfermedad que mata a los olivos y otros cultivos, usando otra bacteria que es inocua para la naturaleza y la salud de personas y animales.
El olivo es mucho más que un árbol en los países mediterráneos, y no sólo por su gran importancia económica. Es un símbolo cultural en muchas regiones de España, Italia, Grecia o Portugal bajo el que se cierne una amenaza llamada Xylella fastidiosa. Se trata de una bacteria procedente de América que fue detectada por primera vez en Europa hace ocho años.
La transmiten insectos chupadores cuando pican un árbol para alimentarse de su savia y una vez se instala en él, tapona los vasos por los que circula la savia desde las raíces a las hojas, debilitándolo e incluso causando su muerte. Por su gravedad, a la enfermedad que inflige a los árboles se le ha denominado ébola del olivo, un término que en general no gusta a los científicos pues ni es un virus ni afecta a las personas o los animales. Además esta bacteria no sólo infecta a los olivos, también resulta destructiva para los viñedos, los almendros, los cítricos, el café o los frutales dehueso, como el ciruelo o el melocotonero.
«Como microorganismo, Xylella fastidiosa no se parece en nada al ébola desde el punto de vista científico, su forma de actuar es muy distinta. Es una bacteria que causa una enfermedad en plantaciones de interés para los humanos porque económicamente son importantes, tanto cultivos como plantas ornamentales», resume en conversación telefónica la microbióloga Patricia Bernal Guzmán (Sevilla, 1977), que ha puesto en marcha una novedosa investigación para combatir ese patógeno que causa esta enfermedad en los cultivos y para la que de momento no hay cura.
Para intentar desarrollar un tratamiento que permita acabar con ella, Patricia Bernal, que es jefa de grupo e investigadora Ramón y Cajal en el Departamento de Microbiología de la Facultad de Biología de la Universidad de Sevilla, dispone de los 40.000 euros que le acaba de conceder la Fundación BBVA a través de una de las 59 becas Leonardo destinadas a investigadores y creadores culturales de entre 30 y 45 años.
Bernal es especialista en biocontrol, lo que quiere decir que es experta en que los patógenos no campen a sus anchas. Y básicamente lo que va a hacer en su laboratorio es usar una bacteria que existe en la naturaleza para combatir a otra, sin utilizar pesticidas u otros productos químicos. «Voy a estudiar la capacidad de Pseudomonas putida KT2440 que es una bacteria segura, muy bien estudiada y con gran capacidad para matar patógenos de plantas, para luchar contra la bacteria X. fastidiosa«, resume.
Su estrategia se basa por tanto en emplear las moléculas tóxicas que secretan microorganismos inocuos para combatir microorganismos patógenos. «Tienes a dos bacterias peleando». La cepa Pseudomonas putida KT2440 dispara toxinas a otras bacterias para matarlas. Tiene hasta tres ‘armas’ distintas con diferentes toxinas», detalla la científica, que en publicaciones anteriores ya ha demostrado que es efectiva eliminando otro tipo de patógenos que infectan a cultivos como el tomate, la judía o los guisantes
Por ejemplo, asegura Bernal, esta bacteria elimina de manera muy eficaz a Pseudomonas savastanoi, que causa la tuberculosis del olivo; Pseudomonas syringae, que infecta un amplio rango de especies incluyendo el tomate, la judía o los guisantes; Pectobacterium carotovorum, que pudre diferentes tubérculos, o Xanthomonas campestris, que enferma a plantas como el almendro, el melocotonero, el cerezo o el ciruelo.
«La ventaja del biocontrol sobre los métodos actuales para evitar plagas, que son principalmente agentes químicos como los pesticidas, es que los agentes biológicos como la bacteria Pseudomonas putida no son una amenaza para el medio ambiente -no contaminan ni los suelos ni las aguas subterráneas- ni para la salud de animales y personas, y por tanto son importantes para la agricultura sostenible», argumenta.
El apellido de X. fastidiosa, por cierto, no se debe a los problemas que genera en el campo, sino a la dificultad que hay para que crezca en el laboratorio y su nombre, Xylella, viene del lugar que habita el xilema de las plantas.
DISTINTAS CEPAS DE ‘X. FASTIDIOSA’
«La bacteria X. fastidiosa se conoce desde hace mucho tiempo en América, donde causa grandes problemas en viñedos de EEUU y en cítricos de Brasil. Diferentes cepas de la misma especie bacteriana causan problemas en distintos cultivos», señala.
Como repasa la microbióloga, la bacteria fue descrita por primera vez en América, en 1987, como causante de la enfermedad de Pierce en la vid, conocida desde el siglo XIX. Se propagó por todo el continente americano, del norte de Canadá al sur de Argentina, causando pérdidas multimillonarias.
Sin embargo, «la cepa de X. fastidiosa que se hizo más famosa fue la que llegó al sur de Italia, primero a la región de Apulia, donde fue detectada en 2013 y arrasó miles de hectáreas de olivos, además de afectar a otras 30 plantas hospedadores», señala. En 2015, la bacteria se detectó en la isla de Córcega y en 2016, en el sur de Francia, afectando principalmente a plantas ornamentales y especies silvestres del matorral mediterráneo. En 2016 llegó el turno de España, concretamente en las Islas Baleares (Mallorca, Menorca e Ibiza), donde se encontraron infectadas plantas de acebuche, olivo, almendro y vid, entre otras. En 2017 se detectaron los primeros casos en la Península Ibérica, concretamente en diferentes municipios de Alicante afectando principalmente almendros. En abril de 2018 se describieron dos casos aislados, uno en un olivo en Madrid y otro en plantas ornamentales de polygala en un invernadero de El Ejido en Almería. Finalmente, en 2019 se detectó en Portugal, en una región cercana a Oporto».
Afortunadamente, dice Bernal, la cepa que en Italia ha infectado al menos unas 200.000 hectáreas de terreno en las que hay en torno a 20 millones de olivos, algunos centenarios, no ha llegado todavía a España: «Se están tomando muchas medidas preventivas para evitar que la dramática situación que ha ocurrido allí se dé en nuestro país.Porque en Andalucía en particular y en España en general, dice la microbióloga, la pérdida del patrimonio que representan los olivares «tendría un valor incalculable y por ello es crucial ponerle freno al patógeno y evitar que sea introducido en zonas de nuestro país libres de la bacteria, o que se extienda desde zonas infectadas al resto de nuestro país y del mediterráneo.
X. fastidiosa es una cepa de cuarentena en la Unión Europea desde el año 2000, por lo que no puede ser manipulada en cualquier laboratorio. Actualmente en España hay menos de media docena de instalaciones de bioseguridad con los permisos y con el equipamiento necesarios para trabajar con ella. Uno de ellos está dirigido por Blanca Landa, del Instituto de Agricultura Sostenible de Córdoba (CSIC), que forma parte de esta investigación.
Como señala Landa a través de un correo electrónico, en España se hacen muestreos de forma continua durante todo el año tanto en campos como en invernaderos en el marco del Plan de Contingencia del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, y cuyas competencias a nivel de Sanidad Vegetal tienen las distintas autonomías. Además, a nivel europeo hay un control (se realizan auditorías) para controlar el procedimiento y asegurar que las medidas de contención que aplica cada país son las adecuadas. «Como consecuencia de este intenso muestreo en los últimos años, se ha incrementado el número de plantas hospedadoras donde se ha detectado Xylella. Cuando se detecta un positivo, se trilla la vegetación que hay alrededor de la planta afectada en un área de 50 metros (que antes era de 100 metros)». El levante y las Islas Baleares son las zonas más afectadas.
Su proyecto durará en principio 18 meses durante los cuales pondrán a pelear en este laboratorio, de manera in vitro, distintas cepas de Pseudomonas y Xylella. «De momento vamos a hacer ciencia básica, si tenemos éxito y financiación posterior veríamos cómo llevarla al campo, posiblemente infiltrando la bacteria en el olivo o en el insecto, aunque esa parte aún queda lejos», dice Bernal.